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Managua, Nicaragua
Irving Cordero (Managua, Nicaragua, 1979). Escritor y Máster en Derecho Empresarial. Director fundador de la revista cultural Tribal Literario, coordinador del Think Tank “Diálogos sobre la libertad”, colabora como columnista en el “Nuevo Diario”, ha participado en diferentes encuentros académicos donde se promueven las ideas de la libertad. Sus textos han sido traducidos a los idiomas alemán e inglés y publicados en suplementos, revistas y antologías nacionales e internacionales. Email: irvincordero@gmail.com

lunes, 21 de junio de 2010

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El Totem y Tabu en Muerte de mis Muertes de Irving Cordero


“Muchos mueren demasiado tarde y algunos prematuramente. Aun no entra en los oídos la doctrina del “morir a tiempo”. Así hablaba Zaratustra. Nieztsche


He tenido un sueño donde unos fantasmas, pálidos y enervados, desfilaban uno por uno frente a mis ojos. Sin embargo, uno de ellos me cautiva con ese morbo irresistible que un espectro puede implorarnos, en su muda aparición, a que lo sigamos. Mientras trataba de dilucidar que silueta fantástica era, un eco cóncavo desde sus lúgubres entrañas me dijo: he aquí la muerte de mis muertes.

De una manera onírica, surrealista Irving Cordero, confiesa el por qué del título de su segundo poemario “Muerte de mis muertes”. Tratando de llevar una lógica congruente entre este sueño, el libro y algunos fragmentos que he encontrado de algunos críticos haremos una pretendida interpretación de este sueño de Irving Cordero concretizado en un libro de poesía el cual, condensa no solo un hilo temático sino un espectro generacional, una necesidad del subconsciente expresada a través de la palabra.

La muerte ha sido desde la primigenia del hombre un enigma igual que los sueños. La muerte como dicotomía de existencia, alfa y omega, principio y fin, en todas las culturas tiene la connotación de la impotencia, del sentimiento de pérdida, pero al mismo tiempo es un sentimiento de comunidad. El dolor por la pérdida de un ser querido no es solo un dolor individual sino que todos de manera tácita sienten de una u otra manera esa pérdida. Es sorprendente la cantidad de personas que se juntan al calor de un ataúd, amigos, familiares, viejos, niños comparten del protocolo que significa el deceso de alguien. Este mismo sentimiento nos junta para hacer del libro de Cordero una ceremonia a la muerte con esa solidaridad implícita y al mismo tiempo esa celebración de pasar a una nueva etapa, como en muchas culturas y creencias religiosas se resignan los dolientes a que el difunto pasa a una vida mejor.

Tal como lo hemos dicho, el tema de la muerte ha sido por muchos años no solo un tema enigmático, sino la razón de ser de la vida misma. Desde religiosos, filósofos, poetas y pintores entre otros han dilucidado sobre esta bipolaridad que es la vida y la muerte. Así lo asegura Arthur Schopenhauer en su libro, El amor, las mujeres y la muerte, “la muerte es el genio inspirado, es la musagetas de la filosofía…sin ella difícilmente se hubiera filosofado”. Visto de esta manera podemos afirmar que la filosofía de la muerte tiene una serie de matices y degradaciones, de tonos y semitonos como si se tratase de una sinfónica compuesta por un sin número de instrumentos, de variaciones de ritmos y cadencias. Porque la muerte, al igual que la poesía, tiene un ritmo interior, unas veces grandilocuente, otras con más melancolía y muchas veces con el júbilo de una marcha triunfal.

Tampoco ha sido una excepción el tema de la muerte en los poetas. De una u otra manera los poetas, desde los grandes clásicos hasta los oscuros y decadentistas “poetas de la muerte”, han dado su propia interpretación, unas veces desde el punto de vista religioso, otras nihilista, otras con el espanto y el horror de los cadáveres putrefactos, y otros desde la variante de la reencarnación y de la trascendencia al más allá. “El problema sigue plasmado, y otros poetas lo encarnan más valerosamente. En vez de taparse los ojos y apartarse con horror a la reina de los espantos se obligan a considerarla” , nos afirma Charley Guyot profesor de letras. En este sentido valoramos la osadía del poeta Cordero de asumir la obstinación de la muerte y ser parte de ese grupo metafísico. A través de su propia perspectiva, partiendo de su vivencia con la muerte misma, en esas escenas poéticas iremos señalando el riesgo que es enfrentar a la muerte sobre todo teniendo como única defensa la poesía.


“No conocemos mejor juego de dados que el juego del nacimiento y la muerte” afirma Shopenhauer. Este antagonismo por antonomasia que es vida-muerte, tótem y tabú, bien y mal en la cual existe un ser supremo, un Dios, un demonio, una cábala, unas moiras que tejen en la rueca del destino mientras la otra con su trémula mano, sostiene tijeras para cortar esa existencia. “Allí invernan hijos sabios del caos jugando a los dados, dando a nuestro falso reposo necesario, dioses con alma de cemento” en el poema A deshora plectro insurrecto, tenemos el microcosmos de Cordero, un poeta pequeño Dios que está constantemente lanzándole los dados a sus versos, para que ellos dentro de sí, tengan vida propia, crezcan ante nosotros, agonicen y finalmente se perpetúen para la posteridad literaria.

Sin embargo, la tonalidad que el poeta ofrece en sus versos, no es de lamentaciones, ni del sufrimiento profundo que produce la muerte, al contrario, en las diferentes maneras de morir, puesto que no existe una sola como es la muerte física, sino la muerte de ideas, de ideales, de amores, incluso de los no nacidos, la voz que nos ofrece Irving no es una, sino la del barullo que producen varias voces cuando se juntan para estar en un velorio, en su poema Disertaciones y Hechizos en el numeral IV Cordero nos dice: “Esta ruta que me supo a suicidio tu la conocías, ahora yaces entre maniquíes a los que vistes en el bullicio.”

Esos murmullos que de temas diversos comentan sobre la personalidad del difunto, ya no de sus defectos, sino de aquello que vale la pena hablar, con el morbo y la fascinación que nos produce el respaldo de la pena, tal como lo confirma esta cita de Maurice Erard en su ensayo, Muerte y Sociedad “Esta copresencia en el mundo de los muertos y los vivos, que se revela como una solidaridad de pensamiento y de acción comprenden dones y contradones, servicios recíprocos y está atestiguada en todas las sociedades conocidas, aunque en grados diversos.”

Ese juego dialectico entre la vida y la muerte, entre el mundo astral y el plano físico, no solo son un artificio literario utilizado por Cordero en su propuesta poética, sino que además logra prefabricarnos un andamio incorpóreo, muy sutil, en el cual como lectores vamos escalando hacia ese mundo mágico, encantado, fantasmagórico sin erizarnos la piel. “Para no ser una locura, una aberración mental, la acción mágica debe tener una amplia aceptación ante quienes son sus testigos…El mago para poder ejercer su arte debe ser creído.” Leví-Strauss en un artículo titulado Tiempos Modernos, nos explica ese diálogo patológico que existe entre los hechiceros, magos y brujos a quienes creemos fervientemente porque es fascinante experimentar una emoción mítica independiente de nuestras creencias o formación científica. Precisamente esa vivencia Irving en Disertaciones y Hechizos nos afirma: “Hechizo de palabra resguardo, este lenguaje de abejas velando exacta palabra”.

Es notorio también que Cordero reconoce que aun siendo el propietario de su terruño poético, que hay algo o alguien superior, podemos advertir cierta influencia religiosa o mítica en algunos poemas: “Mateo vio desde la palabra como volverse Dios y atar a cristo”, veamos este dedicado a su tío Ulises con un epígrafe del Apocalipsis “Poder de hombre contradiciendo poder divino”. No obstante, niega rotundamente ese divino poder en los poemas Parodia Evolutiva “los monos me golpearon, apalearon mi gen, engendraron hombres.” Y Eco abandonado “Promesa bíblica del origen, de esa costilla, Eva desahuciada, preñada en los cartones de las estadísticas falsarias”. Este proceso más que de interpretación es una concepción del mundo tal como lo visualiza Irving, el francés Levy-Bruhl sustenta “su lugar es necesario en el espíritu humano y como consecuencia, su papel en la religión, la metafísica, el arte y la concepción de la naturaleza.”

En su afán de encontrar esa línea divisoria entre la vida y la muerte, esa región más imperceptible, ese hilo invisible que en un suspiro puede expirar, Irving advierte un jubileo por la vida, una preocupación latente por ese morir vivir constantemente. Una manera de morir o de vencer la muerte es a través de la nueva vida, de un hijo. De alguna manera nuestra vida se ve mermada, han sido transferido nuestros genes, nuestra sangre, nuestra información de gametos y cromosomas es una de las tantas formas de morir y una de las tantas formas de vencer a la muerte: Perpetuando nuestra especie.

En el poema “Los Hijos” Cordero formula ese sentimiento de pérdida y abandono: “Los no nacidos, abandonadas huestes de nuestros genes a la deriva”…” ¿Y el orfanato? Sigue vacío a la espera de hijos sin padres y los padres siguen vacíos en espera de hijos… ¿Y los no nacidos? Amenazados de vida. Podemos notar que se evidencia que el nacimiento y la muerte son parte de la vida misma, se contraponen, se complementan y se justifican entre sí. No obstante, este sentir no solo parte del discurso del poeta, sino que nos invita además a ser parte de su propio abandono y muerte misma. En otro de sus poemas, “Eco abandonado” Cordero increpa a la injusta vida que en el lenguaje más popular denominamos “perra vida” cuando se trata de robarles la niñez a tanto niño que deambula por el desierto de la miseria. “Deshabitado el campo, porción de miseria, urbanístico niño señala madriguera” “Esta muerte de tu vida y esa seña en tus rodillas tus ancestros la conocían y han donado tu nombre a un censo sin sentido desde antes de nacer”.

Hay dos poemas en específico dedicados al hijo de Irving, Zahid, uno Segmentación de Cuna que advierte la celebración ante la imagen del ultrasonido que alumbra el sexo de su hijo y lejos de ser una expresión misógina, es la garantía de que sus genes, tienen una sucesión, un relevo. “Ultrasonido indiscreto, vigilante tras el vientre claro. Rutilante minúsculo miembro, donde se anuncia en megáfonos de imagen: ¡Masculinidad! El otro poema con numeral III deducimos que Zahid tiene la edad de las travesuras, donde la vida inicia a explorar un micro mundo, a experimentar venciendo obstáculos y desafiando el peligro: “Púrpura arremete clandestina gracia infantil…Discreto probó candado y entró, prevé indignado un sola cobija, rojo apenado como la tarde manchada de aves se marchó”. En ambos poemas Irving asume ese papel omnipresente del pequeño mago que nos está embrujando a través de la infancia.

Finalmente, pero no menos trascendental quiero abordar el amor y las mujeres en Muerte de mis muertes. Es recurrente en el libro las dedicatorias, que el poeta menciona para familiares, amigos, hijo, poetas, filósofos y principalmente a las que tienen nombre de mujer. Como sí en este libro Irving quisiera saldar deudas con todos sus seres cercanos antes de partir, o sí es una especie de herencia en vida y a cada uno le pertenece una parte. Bien reiteramos que ante la pena de la muerte individual, todo se colectiviza.

En el caso del amor, más bien en la búsqueda de ese sublime sentimiento, Irving nos hace un recorrido por el Ágape, el Eros y el Filios. En el poema No Vetes, suplica a Ligia, “No vetes este amor capturado en las sombras de tus pestañas”, aguarda por Ivonne en A fin de Cuentas “Y en el indulgente proceso evocatorio tu propuesta acierta: ¡Te espero a fin de cuentas!. Schopenhauer nos dice sobre el amor: “El amor es la compensación de la muerte, su correlativo esencial, se neutralizan, se suprimen el uno al otro”7 el poema que da título al libro de Cordero como buen alquimista amalgama el amor y la muerte para neutralizarlo: “! Llama ahora con fuego tus caricias de yemas, hacia la muerte de mis muertes que sutilmente ordenas!” De alguna manera también ese amor inicia y fallece en un cementerio de miradas, tal como en el poema A una infeliz cazada “Siémbrame en el huerto de amapolas enfermas, tótem de sonrisas en son agónico, última inercia, última inocencia, fiada al cementerio de miradas”.

7 Arthur Shoperhauer El amor. las Mueres y la Muerte. Pág. 81

Cordero hace en estos textos ese paralelo entre la muerte y el amor. Este tótem y tabú del que Freud transfiere en particular en su psicoanálisis, en el cual la libido, el Eros igual nos causa atracción pero al mismo tiempo repulsión. En su libro “Tótem y Tabú Freud dice: “Para nosotros el tabú representa dos significaciones opuestas: lo sagrado o consagrado, por un lado, lo inquietante y peligroso, prohibido e impuro por el otro”8

Para resumir, la constante oscilación entre el sentido de muerte vida, amor, muerte. Es ese tótem y ese tabú que nos habla Freud, esa radical polarización en la que nuestra vida transcurre, la ha estructurado el poeta Irving Cordero con sensibilidad pero con rigurosidad en la imagen poética, ofreciendo esta nueva propuesta estética. Que si bien no es necesario escudriñar cada poema, en el sentido estricto del análisis, estos versos que hemos señalado inciten al morbo en el buen sentido y nos despierten la libido del deleite de la poesía intensa. Parafraseando a Nietzsche Irving Cordero, el poeta, murió a tiempo en Muerte de mis Muertes.


Madeline Mendieta
Escritora

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