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Irving Cordero (Managua, Nicaragua, 1979). Escritor y Máster en Derecho Empresarial. Director fundador de la revista cultural Tribal Literario, coordinador del Think Tank “Diálogos sobre la libertad”, colabora como columnista en el “Nuevo Diario”, ha participado en diferentes encuentros académicos donde se promueven las ideas de la libertad. Sus textos han sido traducidos a los idiomas alemán e inglés y publicados en suplementos, revistas y antologías nacionales e internacionales. Email: irvincordero@gmail.com

lunes, 21 de junio de 2010

Libro


Autor: Irving Cordero
Libro: Muerte de mis Muertes



ABRAXAS


A mi rincón me vuelvo. Que la vida
se muera lentamente en el espejo.

Pedro Salinas




Cenizas de dama
A Brenda Rooseess

Y tal vez lo viste
porque el ojo de la
mujer reconoce a su rey…


¡Y la vi! Sombra de rosa iluminada
por reflectores en la cinemateca,
posado perfil fosforescente
supo verme y grabarme desde el
iris eléctrico de su telaraña óptica.

Tenues pupilas sin ceño ni seña,
repudiaron liviandad de
pies en marcha hacia la acera.

Colisión fortuita de miradas pasmadas,
pábilo humeante, inútil efecto,
luciérnaga exorcizada de luz
(opaca) desnuda en la noche
por música de cigarras.

STOP… Auto-humillado
por mopis de la ciudad hojalata,
privan aprisionando súbitamente
mi pequeño pecho,
mi precario tiempo…

¡Mi exigente desvelo secreto!




Llamada por cobrar

Pantalla: embobadas imágenes en fuga
abstracta, algazara holográfica.

Son polifónico, sonido en escape
Giratorio alterno al silencio,
mudo expectante en butaca,
parpadeante ir y venir vibratorio.
Perfil de seno asómase…
abdicada rendija; curioso chispeante
flash de retina (impresionista secreto)
en delimitado espacio.

Intervención ensordecedora –interferencia–
abierta vela acierta policroma,
oído raudo, lenguaje silenciado.



Complejidad Posmoderna
A Hanzel Lacayo


Emparentado tintero de orden y desorden
en momentánea articulación,
diserta sobre herrumbre de título sobreviviente.

Ciclista de metáforas, sombrías como paracaídas,
centra radio en periferia, avizorando
en el lenguaje, la tormenta de los siglos.

Novedad neovidente de gélida pupila,
neón nocturno ANUNCIA:

Lluvia sobre tentáculos urbanos,
voces ahogadas por aguacero,
atestadas cenizas sin cenicero,
POSMODERNIDAD 0.



I Reencarnación de memoria
Embotadas emanaciones de espejos
(Estados Lacanianos)
A Esmeralda Hernández

Deriva océano, devora,
rompe camilla, violada sedada,
blanca como bastidor antes
de rito fulminante;
difuminación, disfunción, difuminaste
gama en degradación gravitacional,
prisma choca colores, prima llamarada,
llamado de conchas comunicantes concertadas
por arenal semi-despierto, piedra fina oxidada,
entra Esmeralda.




II Avisos sin preámbulo

Un aviso sonó monótono:
guardar huellas, no esfumar señas,
aunque hieran, era de crear eras,
en gestaciones de pánico.





III A una infeliz cazada

Siémbrame en el huerto
de amapolas enfermas,
tótem de sonrisas en son agónico,
última inercia, última inocencia,
fiada al cementerio de miradas.






IV Vestíbulos y prostíbulos

Enmascarado e intermitente,
marchas sin distintivo hacia graderías
de cemento, olor atento a orín,
sin semblanza blando austero, aterrado,
cargando cuentas cruentas y consignas de olvido.






V Segmentación de cuna
A mi hijo Zahid

¡Un espectro! ¿Un electro?
Ultrasonido indiscreto,
vigilante tras el vientre claro.
Rutilante minúsculo miembro,
donde se anuncia en megáfonos de imagen:

¡MASCULINIDAD!






VI Reencuentros y desencuentros

Fugitiva marchas, embistes y desvistes,
anudas desnudas encrespadas cabelleras de niñas marchitas;
sucumbes olores, fragmentas colores.
Ato, halo soga, lluvia de cuervos y flash de tormentas;
transfigurada bestia en complicidad con el viento.




Poema precautelar

Escarba con uñas lilas.
Hirió poema.
Donde posó trampa, rodó escena:

Sospechoso elemento huyó alarmado.
Alertó: ¡verSOS! Activó alarma de sirena,
Cirineo asombró farol colgado…

El cómplice que negó no tres, sino por tres.
Lo sabía e hizo denuncia libre de cargos.

Circula ahora, lista de dudoso antecedente
beltraniano.




Punto G

Ese hondo gemido destierro
hacia sonoras claves del cielo,
vibratorio pecho impositivo
en alumbramiento rítmico.

Esa clave donada por teclas
altisonantes (prisionera cotidiana),
deshojo reprimido ahogo
y libero Punto G.

Esos espacios para preñar
alivios en reapertura e inaugurada
cuna de amantes, mecida por la respiración.

¡Yeso, de silencio fracturado!




A fin de cuentas
A Ivonne Orozco

Rumbo, azabaches colochos tumbo,
voy hacia ti y tus deudas en voucher.
Líneas telefónicas del verso dirigidas
a tu ritual alumbramiento.

Procedo, por momentos miento, creo,
mientras tu nombre, mentor del mío,
recién inaugura línea que separa,
acapara silencio.

Tardes vidriosas ahumadas
por motor de auto y ópera
de pájaros: tales tardes
operan a ras de mi memoria
que, a fin de cuentas, te esperan.

He visto desenredar cabello
en mano e inquirir cacareo
renuente, acerca de disertación
acobardada, dada a las
once y cuarenta de la mañana.

Y el indulgente proceso evocatorio
tu propuesta acierta:

¡Te espero a fin de cuentas!




DISERTACIONES Y HECHIZOS

I
Hechizo de memoria resguardo,
este lenguaje de abejas velando exacta la palabra,
ritual del paladar en signo de siglos.


II
Mateo vio desde la palabra cómo volverse Dios y atar
a Cristo en su segmento de ficción, allí cruzaron las
esquinas los dioses atados a la eternidad.






III
A mi hijo Zahid

Púrpura arremete clandestina gracia infantil,
deshabitado cuarto por la cocina,
abultada retina apresó relieve.

Discreto probó candado y entró,
prevé indignado una sola cobija, rojo apenado
como la tarde manchada de aves se marchó.






IV
Esta ruta que me supo a suicidio tú la conocías,
ahora yaces entre maniquíes a los que vistes en el bullicio
de los estantes con precio, a todo un precio,
a los restos que solías llamar pasado.





V
A Camilo Baltodano (q.e.p.d.)

Intentaba recordar cómo aprisionabas recuerdos
en el silencio, alto a los lugares comunes
donde los ausentes se vestían de tarde.



PARODIA EVOLUTIVA

Bienaventurados los pobres
porque de ellos será la luna.

Leonel Rugama




El Origen de las Especies
(Parodia de Evolución)

Los monos me golpearon,
apalearon mi gen,
engendraron hombres.

Colonias de hombres
clonaron monos,
fundaron circos sociales,
engendraron hambre.

Muecas de primates,
deleite ético en ramaje mecánico,
en el oficio de ascender ¡Always!

Pre-humano, primer gitano
leyendo azar en las líneas
de la mano, primeros
monólogos selváticos.

Hacedores del desastre, fieles

a la sastrería de los trajes chingones.

Primitivo sofisticado, global robotizado,
las monadas del terror.




Pirotecnia: propiedad valuarte

Pan frío invernal vestido
de plata, incrusta reflejo
en mendiga herida.

Bombea acueducto de líquido estancado,
recorre los muros rojos en letargo
creyendo releer signos de presagio.

Pensamiento zumbando en su afán de miel
sucumbe ante aguijón de estética anorexia.

Mortal glacial de las cincuenta estrellas
estrenan mansión en abismo zarco,
descascarado blanco palacio helado.

Allí el buitre celebra en distintos escenarios:

¡Célebre Nobel descubrimiento del átomo!





Sábado en crisis

A Chichí Fernández

¡Poeta! ¡Esto está de juerga!
Prostituidos poseedores de lo ajeno;
aquella egregia posición aristotélica
en mutismo, “el hombre: animal político”
hoy POLÍTICO ANIMAL…

¡Poeta! ¡Esto está de juerga!
La poesía sentando minifaldas de medianoches
y las metáforas cada vez más caras;
el comercio de elásticas piernas
y los textos, facturados continuos.

¡Poeta! ¡Esto está de juerga!
Madriguera de roedores (vendedores de madres)
exigiéndose estética, los abandonados estetas
engullendo lácteas tetas:

El de los sellos,
el de las sillas,
el de los celos,
helo aquí.

¡Poeta! ¡Esto está de juerga!


Exhibicionistas a la vista, en suplementos literarios
y revistas, encinta de fraudes y alarde de premios
dando sacra sepultura a la literatura nacional.




Porque aquel que no conoce la historia
está condenado a repetirla

A mi tío Ulises Morales,
exhortándolo a la defensa de la democracia

¿Quién hay como este monstruo,
y quién puede luchar contra él?

Apocalipsis 13:4

Poder de hombre contradiciendo poder divino,
¿o el mismo poder? Un podado poder
con hedor a cloaca, a herida de hermano.

Quien conoció las marchitas rosas, las concedió
a su familia como un trofeo ganado por las vencidas,
con el dedo de fuego; ojo de miedo que huyó
bajo la sombra del león dando saltos de conejo
donde cobarde fio la tumba de sus hijos.

Agosto ha sido triste, agosto no he sido libre,
agosto hay arrestos, agito cuna de niños
embargados de olvido.



Eco abandonado

Deshabitado el campo, porción de miseria,
urbanístico niño señala madriguera, cómplice
el asfalto de sus pasos perdidos, su tacto gastado,
su origen de lucero alterado a su vivir de piedra.

Esta muerte de tu vida y esa seña en tus rodillas
tus ancestros las conocían y han donado tu nombre
a un censo sin sentido desde antes de nacer.

Anota ahora en tu frente huesuda, ese hierro
impuesto a cuesta de ese esqueleto que supo
andarte a veces indispuesto.

Promesa bíblica del origen
de esa costilla, Eva desahuciada,
preñada en los car tones de las estadísticas falsarias.





Los hijos

Los no nacidos, abandonadas huestes de nuestros genes
a la deriva, estructura cíclica que yace guardada en nuestro álbum
ancestral, por hoy que no regrese.

Nuestras ofendidas cunas junto
a un sillón que no se mece por el viento,
espero que ese viento mesa mi sillón, los hijos
del deseo, los hijos de enero cuando huye luna llena
por la ventana.

Hijos de nadie, hijos de todos, hijos de pura,
hijos de puta, hijos del odio que, clandestinos,
se ocultaron en el hospital, hijos del mar salados como la espuma,
hijos del mal que se divirtieron atrasando agujas.

Los que se asomaron por el balcón pero no se les
cedió voz, a los que a vos no se te cedió presentarlos
en el balcón, los más queridos, los más odiados,
todos hijos del deseo y de la carne.

Las lágrimas, un camino por donde el desposado huyó,
ensimismados movimientos del alma, exiliados
hijos de la República que esclavizaron a los hijos del invierno.

¿Y el orfanato? Sigue vacío en espera de hijos sin padres,
y los padres siguen vacíos en espera de hijos…
¿Y los no nacidos? Amenazados de vida.



Modigliani

! Modigliani oliendo siempre a alcohol,
(fauché, diría la oligarquía parisina)
a pintura fina olía,
aunque ¡fuchi! Cómo hedían
sus torpes zapatos chocando galerías.




De pie frente al espejo
A Ulises Joe Morales,
por su obsesión a los álbumes


No simula este rayo curvilíneo ese destello esperado,
si acaso: una simulación no objetada de tus manos
que han logrado adulterarse cada mañana.

¡No! ¿Quién dijo que nuestra imagen sería la misma frente
a los focos reñidos con la memoria? Demandamos la distorsión
de esa imagen frente al espejo con su mueca sin ruido y sus
fotos de arena.

De pie frente al espejo es una excusa a tu muerte de ayer,
es un vestirte con los regaños de antaño, reírte sin irte a tus
planos del pasado, donde albergas ese álbum de años, donde te aferras a las siluetas descalzo.






Antecedente y resumen de esas fotos,las que suelen recordarme
en aventurado riesgo de cobijas


Frío sentí, a cuestas recorrí volátil instante,
tarada risita y fuero de olas en que databa la sal,
salero de mesa fotografiado.

Iba a revelar comunión entre vela y vida,
porque en este revelado de pasado está esa comunión consagrada
que se dispersa noctámbula.

Está ausente margen sin imagen, risa sin sonrisas,
sin ese eficaz enlace entre la entropía y el desenlace,
bajo una mecha de candil donde hacía residir sombras,
las que de niños no nos dejaban dormir.

Mas reparo por tanto revelo, diserto,
voy a ellas en señal de pena porque dejase ausente
garras por quejas, maquillado lo que no vimos,
lo que no creemos que vivimos, la ausente tarde de un mirlo
donde pareciésemos libres.

Ten éstas: las reales, las insociales,
las veladas fotos en la memoria.




Testamento

Dormiremos frente a ese cielo
enrojecido de pena al despedirnos,
cuando te espere amante con esa cita en el hospicio,
desconsolado, dando perdón a los vivos.

Y plasmaremos testamento abierto, un indulto a los quejidos,
un mundo que se hunde y se llama olvido nos rehabilitará
en una danza de mariposas en su pasado de larvas.




Meditación
A Alejandro Serrano Caldera

¿Qué piensas ante esa noche parca?
Te vislumbras profundo y has quedado arco
cejas entre tanto pensamiento que nos dejó inerte.

Tejes perfecta fina la palabra en unidad de diversidad
práctica, pero recuerda que los discursos
milagrosos contra la ceguera pocas veces serán admitidos.

Oídos sordos y los otros que oyeron se marcharon después
del aplauso, ejecutivos y ejecutados al nuevo siglo
consagrados.



A deshora plectro insurrecto

He guardado tus besos en una esquina de mis labios,
en este tedio de inhalar vendavales y resucitar horas muertas.

Vestido eco tras eco desnudando silencio
me libero de ayeres ajenos, lejanos y trémulos.

Los malabares del don y sus monedas sarrosas
desmintieron lo noble del metal y los sueños.

Aquí yacen nuestros eternos monstruos (los que solemos amar
sin entendimiento), en la errante costosa calma
que a calamidad invernal latió.

Allí invernan hijos sabios del caos jugando a los dados,
dando a nuestro falso reposo necesario, dioses con almas
de cemento.

He guardado tus besos en una esquina de mis labios,
en este tedio de inhalar vendavales y resucitar horas muertas…

¡A toda inercia fin!




Reflexiones acerca del ocaso

Vi esta tarde tan real en sus doradas cabelleras
enredada en huida de golondrinas,
día caído amueblando ausencia.

De ahí en adelante, reasignaré mi resguardado
aposento al nocturno sonámbulo, por oponer resistencia a esa
sonora voz de ocaso.





Muerte de mis muertes

Ante tanto secuestro de rosas
hoy de roca es mi camino;
una estación en tus ventanas me dice: ven,
y el silencio se vence antiguamente airado.

¡Bienvenida a esta ciudad fantasma
habitada sólo por la palabra!
Una voz abre tonada de ángel
que canta sobre su multitud de alas,
la mirada que al fin ciegamente ama.

¡Llama ahora con fuego tus caricias de yemas,
hacia la muerte de mis muertes
que sutilmente ordenas!








Encomienda, sacrificio
y condena por el poema
A Edgar Alan Poe

A lo encomendado por Poe,
Poe Mas y más poemas, a eso opté:
retirarme de la monotonía oficial a la vigilia asonante.

Por eso acumular palabras, malabares
verbales, pasadizo de residuo sanguíneo
derramado en el exilio.

Desnudo en código, porque mi otro
yace silente, preciso; en sombras de ataúdes
y cuerdas de laúd eterno.



Languidece el sueño cuando rojo es nuestro averno (a la fiel coquetería
o tragedia venidera)


Veo amenazante beso, límpido discreto
amenaza de antiguos secretos
(porciones de cielos y avernos).

Huyo a la distancia; veo, leo y releo
su textura inscrita en sus disueltos besos.

Desierto fue el sueño, tensión el sosiego
por ese rojo encuentro:

La noche cae,
los ojos caen,
el beso cae amenazante.





Asistencia a recuerdos que me absorbieron


Recurro a mi pasado, paso a paso persiste lazo
que unió tanta desunión, rojo como tus labios
al encuentro de mis ojos.

Tus estatuas calladas velan tu ser extraviado
distante que no supo a tregua ni parentela,
mientras frecuentas áridas parcelas.

Porque paso a paso, traspasa memoria
doblada en un armario, esquina opuesta
a ese calvario por hoy postergado.




Negocio y sello ajeno

¡Ay! Siempre visitando fantasmas y vistiéndote en las sombras
entre ceja y ceja a golpe de ocaso, era preciso un salón ruinoso
donde situarte un lugar, al fin un lugar a esa tu manía de invocar suicidio por las heladas.

Ante el ajetreo de recuerdos disueltos que perecieron por fastidio, por acumulativo resabio de años, por metálicas palabras en el paladar del instante que te enseñaron sobre la muerte y sus velorios
en este invierno blanco.

Deposito mis últimos huesos en tu rendija vacía (monumentos de calcio), diste el último alegato de insistente renuncia, presidida por una bandada de emigrantes aves que ya no se ven.

Denuncio las finales horas de relojes retrasados,
sonoras figuras a las que dabas for mas con tus manos,
sustituyendo tu identidad por luces
rojas y tu aroma en el cuerpo de las ciudades.

Basta de parte mía como bastó, éste roer mis huesos
en papel apolillado anotado con tu beso que vi amenazante.

Multicolores conciencias amanecieron con repuesto cada mañana,
cada mañana un nuevo rostro y en cada rostro
un negocio que no sello.




La lejanía tiene como objetivo el reencuentro

Hace bastante tiempo que no te veo,
escaso tu cielo habita en el oleaje de aquella
callejuela polvorienta con vista al mar.

Una vista para esta vista que no te ve, a veces
te pienso en la silueta del algún abdomen marcado;
otras, en las piezas de los autobuses donde procreabas
rutas en el silencio.

Verte era un irte, siempre yendo allí donde nunca te vi,
recostada a insectos de fuego donde enfada el sueño
y la lejanía te divisa despierta.

Ver me hoy es un verte en ese vete que procuraste
fingir a medianoche, anocheciendo escasa de luz
próxima a tor mentas y hoy tu distancia no es tan
distante, hoy te pareces más a ayer.

El ayer donde fenece cada día un pensamiento
suicida de los días, la eterna constante de la carne en compañía.
Por eso hoy no estás lejos, estás aquí, un paso a mi revelación
de tu secreto, una calle a tu misterio, una amapola por ese
encuentro.

Sin no, sino con sí, en la memoria que muchos distes,
nunca ausente, nunca lejana…

¡Nunca se está tan lejos cuando se ama!

Ahora llama despacio, despacio llama a esa proclama postergada,
a esa estación cuando duermes en tus almohadas, a esa muerte
de paso entre el recuerdo y la nada.





Lucía
A Lucía Velarde

Lucías entonces tu traje embargado
precita parca al corredizo del baño,
lista regadera tu arco ofrecía
múltiples ensayos.

¡Imitabas la ceguedad del combate!

Lucías entonces comprometida etérea,
consignada a versificar líneas
a esa nueva inscripción en la arena.



No vetes
A Ligia Rivas

Hoy vi en tu mirada ese sueño
que se escapó por la ventana.
Vístelo. Sólo eso. No vetes este amor
capturado en las sombras de tus pestañas.

Ni siquiera desvistas esa pronunciación
de aroma en los pliegues de tus alas.
Esta es mi visión en comunión.

Y sólo eso y qué más da, y sólo eso y qué más dar.






Rebelión
A Palestina Sandino

No es la manera cómo lo dices,
sino cómo lo decías: clara,
como el aura que se escapa,
por la cama te marchabas.

Siempre me dije: dormida la dejé,
en su encierro de hinojos, en su blancura
celeste, encerrada hacia adentro
como una insolente rebelde.





Recado del viento

Silbido penetrante hiriendo
las entrañas del viento, ese aullido
de frontera en avenimientos de partes, separar
esa congoja aliada de arrepentimiento y
sea mi silbido, puente en ese sordo oído.

¿Oyó acaso lo mudo del repasado traspatio?
Sólo en el perfil de tu nombre sonido rompiendo,
moviéndose entre lo que escondido, llamare.

Porque si acaso ese breve altercado entre tus sábanas
oyeron de codicias y ayer se suplieron de caricias
desteñidas, recoge esta sobra del silencio, estos veinte regios
ligamentos, este último recado del viento.



Después del último recado

Un silbido hiere el viento, ¿y qué quieres que yo haga?
Un sonido, un sollozo, desnudada herida reposando.

Silbido que gira, escapa, se parece a una cantaleta
resonante de vieja data.

El viento sopla la herida tal parece que la sana,
y en el mar sopla él mismo aferrado a una playa.

Mejilla abajo rueda la última lágrima,
y el silbido se enmudece en abismos que lo acallan.

Comentarios


El Totem y Tabu en Muerte de mis Muertes de Irving Cordero


“Muchos mueren demasiado tarde y algunos prematuramente. Aun no entra en los oídos la doctrina del “morir a tiempo”. Así hablaba Zaratustra. Nieztsche


He tenido un sueño donde unos fantasmas, pálidos y enervados, desfilaban uno por uno frente a mis ojos. Sin embargo, uno de ellos me cautiva con ese morbo irresistible que un espectro puede implorarnos, en su muda aparición, a que lo sigamos. Mientras trataba de dilucidar que silueta fantástica era, un eco cóncavo desde sus lúgubres entrañas me dijo: he aquí la muerte de mis muertes.

De una manera onírica, surrealista Irving Cordero, confiesa el por qué del título de su segundo poemario “Muerte de mis muertes”. Tratando de llevar una lógica congruente entre este sueño, el libro y algunos fragmentos que he encontrado de algunos críticos haremos una pretendida interpretación de este sueño de Irving Cordero concretizado en un libro de poesía el cual, condensa no solo un hilo temático sino un espectro generacional, una necesidad del subconsciente expresada a través de la palabra.

La muerte ha sido desde la primigenia del hombre un enigma igual que los sueños. La muerte como dicotomía de existencia, alfa y omega, principio y fin, en todas las culturas tiene la connotación de la impotencia, del sentimiento de pérdida, pero al mismo tiempo es un sentimiento de comunidad. El dolor por la pérdida de un ser querido no es solo un dolor individual sino que todos de manera tácita sienten de una u otra manera esa pérdida. Es sorprendente la cantidad de personas que se juntan al calor de un ataúd, amigos, familiares, viejos, niños comparten del protocolo que significa el deceso de alguien. Este mismo sentimiento nos junta para hacer del libro de Cordero una ceremonia a la muerte con esa solidaridad implícita y al mismo tiempo esa celebración de pasar a una nueva etapa, como en muchas culturas y creencias religiosas se resignan los dolientes a que el difunto pasa a una vida mejor.

Tal como lo hemos dicho, el tema de la muerte ha sido por muchos años no solo un tema enigmático, sino la razón de ser de la vida misma. Desde religiosos, filósofos, poetas y pintores entre otros han dilucidado sobre esta bipolaridad que es la vida y la muerte. Así lo asegura Arthur Schopenhauer en su libro, El amor, las mujeres y la muerte, “la muerte es el genio inspirado, es la musagetas de la filosofía…sin ella difícilmente se hubiera filosofado”. Visto de esta manera podemos afirmar que la filosofía de la muerte tiene una serie de matices y degradaciones, de tonos y semitonos como si se tratase de una sinfónica compuesta por un sin número de instrumentos, de variaciones de ritmos y cadencias. Porque la muerte, al igual que la poesía, tiene un ritmo interior, unas veces grandilocuente, otras con más melancolía y muchas veces con el júbilo de una marcha triunfal.

Tampoco ha sido una excepción el tema de la muerte en los poetas. De una u otra manera los poetas, desde los grandes clásicos hasta los oscuros y decadentistas “poetas de la muerte”, han dado su propia interpretación, unas veces desde el punto de vista religioso, otras nihilista, otras con el espanto y el horror de los cadáveres putrefactos, y otros desde la variante de la reencarnación y de la trascendencia al más allá. “El problema sigue plasmado, y otros poetas lo encarnan más valerosamente. En vez de taparse los ojos y apartarse con horror a la reina de los espantos se obligan a considerarla” , nos afirma Charley Guyot profesor de letras. En este sentido valoramos la osadía del poeta Cordero de asumir la obstinación de la muerte y ser parte de ese grupo metafísico. A través de su propia perspectiva, partiendo de su vivencia con la muerte misma, en esas escenas poéticas iremos señalando el riesgo que es enfrentar a la muerte sobre todo teniendo como única defensa la poesía.


“No conocemos mejor juego de dados que el juego del nacimiento y la muerte” afirma Shopenhauer. Este antagonismo por antonomasia que es vida-muerte, tótem y tabú, bien y mal en la cual existe un ser supremo, un Dios, un demonio, una cábala, unas moiras que tejen en la rueca del destino mientras la otra con su trémula mano, sostiene tijeras para cortar esa existencia. “Allí invernan hijos sabios del caos jugando a los dados, dando a nuestro falso reposo necesario, dioses con alma de cemento” en el poema A deshora plectro insurrecto, tenemos el microcosmos de Cordero, un poeta pequeño Dios que está constantemente lanzándole los dados a sus versos, para que ellos dentro de sí, tengan vida propia, crezcan ante nosotros, agonicen y finalmente se perpetúen para la posteridad literaria.

Sin embargo, la tonalidad que el poeta ofrece en sus versos, no es de lamentaciones, ni del sufrimiento profundo que produce la muerte, al contrario, en las diferentes maneras de morir, puesto que no existe una sola como es la muerte física, sino la muerte de ideas, de ideales, de amores, incluso de los no nacidos, la voz que nos ofrece Irving no es una, sino la del barullo que producen varias voces cuando se juntan para estar en un velorio, en su poema Disertaciones y Hechizos en el numeral IV Cordero nos dice: “Esta ruta que me supo a suicidio tu la conocías, ahora yaces entre maniquíes a los que vistes en el bullicio.”

Esos murmullos que de temas diversos comentan sobre la personalidad del difunto, ya no de sus defectos, sino de aquello que vale la pena hablar, con el morbo y la fascinación que nos produce el respaldo de la pena, tal como lo confirma esta cita de Maurice Erard en su ensayo, Muerte y Sociedad “Esta copresencia en el mundo de los muertos y los vivos, que se revela como una solidaridad de pensamiento y de acción comprenden dones y contradones, servicios recíprocos y está atestiguada en todas las sociedades conocidas, aunque en grados diversos.”

Ese juego dialectico entre la vida y la muerte, entre el mundo astral y el plano físico, no solo son un artificio literario utilizado por Cordero en su propuesta poética, sino que además logra prefabricarnos un andamio incorpóreo, muy sutil, en el cual como lectores vamos escalando hacia ese mundo mágico, encantado, fantasmagórico sin erizarnos la piel. “Para no ser una locura, una aberración mental, la acción mágica debe tener una amplia aceptación ante quienes son sus testigos…El mago para poder ejercer su arte debe ser creído.” Leví-Strauss en un artículo titulado Tiempos Modernos, nos explica ese diálogo patológico que existe entre los hechiceros, magos y brujos a quienes creemos fervientemente porque es fascinante experimentar una emoción mítica independiente de nuestras creencias o formación científica. Precisamente esa vivencia Irving en Disertaciones y Hechizos nos afirma: “Hechizo de palabra resguardo, este lenguaje de abejas velando exacta palabra”.

Es notorio también que Cordero reconoce que aun siendo el propietario de su terruño poético, que hay algo o alguien superior, podemos advertir cierta influencia religiosa o mítica en algunos poemas: “Mateo vio desde la palabra como volverse Dios y atar a cristo”, veamos este dedicado a su tío Ulises con un epígrafe del Apocalipsis “Poder de hombre contradiciendo poder divino”. No obstante, niega rotundamente ese divino poder en los poemas Parodia Evolutiva “los monos me golpearon, apalearon mi gen, engendraron hombres.” Y Eco abandonado “Promesa bíblica del origen, de esa costilla, Eva desahuciada, preñada en los cartones de las estadísticas falsarias”. Este proceso más que de interpretación es una concepción del mundo tal como lo visualiza Irving, el francés Levy-Bruhl sustenta “su lugar es necesario en el espíritu humano y como consecuencia, su papel en la religión, la metafísica, el arte y la concepción de la naturaleza.”

En su afán de encontrar esa línea divisoria entre la vida y la muerte, esa región más imperceptible, ese hilo invisible que en un suspiro puede expirar, Irving advierte un jubileo por la vida, una preocupación latente por ese morir vivir constantemente. Una manera de morir o de vencer la muerte es a través de la nueva vida, de un hijo. De alguna manera nuestra vida se ve mermada, han sido transferido nuestros genes, nuestra sangre, nuestra información de gametos y cromosomas es una de las tantas formas de morir y una de las tantas formas de vencer a la muerte: Perpetuando nuestra especie.

En el poema “Los Hijos” Cordero formula ese sentimiento de pérdida y abandono: “Los no nacidos, abandonadas huestes de nuestros genes a la deriva”…” ¿Y el orfanato? Sigue vacío a la espera de hijos sin padres y los padres siguen vacíos en espera de hijos… ¿Y los no nacidos? Amenazados de vida. Podemos notar que se evidencia que el nacimiento y la muerte son parte de la vida misma, se contraponen, se complementan y se justifican entre sí. No obstante, este sentir no solo parte del discurso del poeta, sino que nos invita además a ser parte de su propio abandono y muerte misma. En otro de sus poemas, “Eco abandonado” Cordero increpa a la injusta vida que en el lenguaje más popular denominamos “perra vida” cuando se trata de robarles la niñez a tanto niño que deambula por el desierto de la miseria. “Deshabitado el campo, porción de miseria, urbanístico niño señala madriguera” “Esta muerte de tu vida y esa seña en tus rodillas tus ancestros la conocían y han donado tu nombre a un censo sin sentido desde antes de nacer”.

Hay dos poemas en específico dedicados al hijo de Irving, Zahid, uno Segmentación de Cuna que advierte la celebración ante la imagen del ultrasonido que alumbra el sexo de su hijo y lejos de ser una expresión misógina, es la garantía de que sus genes, tienen una sucesión, un relevo. “Ultrasonido indiscreto, vigilante tras el vientre claro. Rutilante minúsculo miembro, donde se anuncia en megáfonos de imagen: ¡Masculinidad! El otro poema con numeral III deducimos que Zahid tiene la edad de las travesuras, donde la vida inicia a explorar un micro mundo, a experimentar venciendo obstáculos y desafiando el peligro: “Púrpura arremete clandestina gracia infantil…Discreto probó candado y entró, prevé indignado un sola cobija, rojo apenado como la tarde manchada de aves se marchó”. En ambos poemas Irving asume ese papel omnipresente del pequeño mago que nos está embrujando a través de la infancia.

Finalmente, pero no menos trascendental quiero abordar el amor y las mujeres en Muerte de mis muertes. Es recurrente en el libro las dedicatorias, que el poeta menciona para familiares, amigos, hijo, poetas, filósofos y principalmente a las que tienen nombre de mujer. Como sí en este libro Irving quisiera saldar deudas con todos sus seres cercanos antes de partir, o sí es una especie de herencia en vida y a cada uno le pertenece una parte. Bien reiteramos que ante la pena de la muerte individual, todo se colectiviza.

En el caso del amor, más bien en la búsqueda de ese sublime sentimiento, Irving nos hace un recorrido por el Ágape, el Eros y el Filios. En el poema No Vetes, suplica a Ligia, “No vetes este amor capturado en las sombras de tus pestañas”, aguarda por Ivonne en A fin de Cuentas “Y en el indulgente proceso evocatorio tu propuesta acierta: ¡Te espero a fin de cuentas!. Schopenhauer nos dice sobre el amor: “El amor es la compensación de la muerte, su correlativo esencial, se neutralizan, se suprimen el uno al otro”7 el poema que da título al libro de Cordero como buen alquimista amalgama el amor y la muerte para neutralizarlo: “! Llama ahora con fuego tus caricias de yemas, hacia la muerte de mis muertes que sutilmente ordenas!” De alguna manera también ese amor inicia y fallece en un cementerio de miradas, tal como en el poema A una infeliz cazada “Siémbrame en el huerto de amapolas enfermas, tótem de sonrisas en son agónico, última inercia, última inocencia, fiada al cementerio de miradas”.

7 Arthur Shoperhauer El amor. las Mueres y la Muerte. Pág. 81

Cordero hace en estos textos ese paralelo entre la muerte y el amor. Este tótem y tabú del que Freud transfiere en particular en su psicoanálisis, en el cual la libido, el Eros igual nos causa atracción pero al mismo tiempo repulsión. En su libro “Tótem y Tabú Freud dice: “Para nosotros el tabú representa dos significaciones opuestas: lo sagrado o consagrado, por un lado, lo inquietante y peligroso, prohibido e impuro por el otro”8

Para resumir, la constante oscilación entre el sentido de muerte vida, amor, muerte. Es ese tótem y ese tabú que nos habla Freud, esa radical polarización en la que nuestra vida transcurre, la ha estructurado el poeta Irving Cordero con sensibilidad pero con rigurosidad en la imagen poética, ofreciendo esta nueva propuesta estética. Que si bien no es necesario escudriñar cada poema, en el sentido estricto del análisis, estos versos que hemos señalado inciten al morbo en el buen sentido y nos despierten la libido del deleite de la poesía intensa. Parafraseando a Nietzsche Irving Cordero, el poeta, murió a tiempo en Muerte de mis Muertes.


Madeline Mendieta
Escritora

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Cuando mi Muerte se Muera

La poesía, como casi todos los actos de la vida, puede ser analizada en términos del momento de la vida humana que suscita. El arte como sugería Heidegger, es mímesis, y todo poema puede ser interpretado como un poema de crecimiento, de madurez y de ocaso. Hay poemas de crecimiento donde el poeta esta descubriendo el mundo, el amor, la vida. La obra de Walt Whitman es quizás el mejor ejemplo. “Una mujer espera por mí” es un ejemplo notable, “El sexo lo contiene todo, cuerpos, almas, sentidos, pruebas, prisas, delicadezas, resultados, promulgaciones, canciones, mandatos, salud, orgullo, el misterio maternal, la leche seminal”. Aún en su vejez, Whitman escribe poemas de crecimiento y de amor.

Hay grandes poemas que aunque parezcan infantiles en su retórica, descubren el mundo, son grandes poemas de crecimiento. Otros poemas bellos que considero también de crecimientos pueden ser poemas adolescentes, poemas rabiosos e insurrectos, poemas que desean rehacer el mundo libre de odio y rencor, prístino y bello como un amanecer. Luego hay páginas de madurez, páginas bellas que aceptan el mundo como es, que se congracian con esa felicidad y se llenan de paz, de amor, de estabilidad. Por último hay poemas de senectud, páginas que están llenas de remordimientos y de amargura, de fracasos y de ilusiones deshechas.

La obra de Arture Rimbaud, quien apenas vivió treinta y siete años, es una obra de ocaso. ``A la musique`` refleja el hastío y el dolor por la felicidad de la madurez. No importa la edad cronológica del poeta, me refiero a su actitud ante la vida y su forma de ver la felicidad. La actitud ante la poesía y la palabra puede ser diferente. Las “Reflexiones sobre la palabra`` de Irving Cordero son reflexiones de ocaso, de vejez. Hablan de la pérdida del amor, de la disminución de la esperanza. Cada uno de este tipo de poemas puede ser bello y enorme; cada poema, cada página puede estar llena de valores y enseñanzas, pero cada una puede ser situada en estos paradigmas de la vida. Es una forma más de leer la literatura, una forma de interpretarla, de saborearla.

“Muerte de mis muertes” es la negación de la negación, es la metáfora que se muere a sí misma después del último aliento, la ruptura del signo terminal, la ulterior significación del ser. Nada puede significar más que la muerte, el sacrificio pleno, la mayor entrega. Ningún amante ama más que el que muere en los brazos, ninguna entrega es mayor que la que la que ofrecemos en la muerte. Bien sea el revolucionario que se entrega de una forma total y expira en la lucha, la madre que reúne el último aliento para darle vida al hijo que lleva en sus entrañas, o el amante que sueña hasta el último instante en estar en los brazos de su amada. Nada es mayor y más hermoso que el sacrificio pleno y total.

El nuevo libro de Irving Cordero es una colección de poemas llenos de vida. La negación inicial señala cautelosamente el ideario poderoso y vital que lo alienta, “Muerte de mis muertes” es un enfrentamiento y una tregua, se une al aliento de energía y lo estimula. Está lleno de vida, de imágenes joviales y bellas, de amor y amistad. “Reflexiones acerca del ocaso” subraya esta hipótesis y la respalda “la resistencia al ocaso”, la fuerza constante que se opone a la caída. El libro decanta la jovialidad y llega a la muerte, termina con el terceto dedicado al amigo fallecido.

El intento de recordar se viste de tarde, hay una recuperación de la memoria y el recuerdo. Cada tanto se muere, cada tanto se revive. Pero este libro vive en la vida, resuma luz, vitalidad, deseo. Contradice a la muerte y la viste de tarde, se pasea por las veredas oscuras del dolor y de la amistad, y surge de los fondos, con una voz todavía joven, inmadura; poesía de crecimiento y de adolescencia, como es la gran poesía.

Nicasio Urbina, Ph. D. Professor of Latin American Literature, Director of Latin American Studies; Director of Graduate Studies; Department of Romance Languages & Literatures. University of Cincinnati.